martes, 22 de julio de 2008

IX

Apenas si he aprendido a querer
y tú quieres que haga el amor.
En tertulias inesperadas —en un cafetín del centro—,
se descubrió que el amor no se hace,
porque Dios se nos adelantó
y lo hizo primero; el amor sin sexo.

El amor se hizo antes de costillas
y culebras
y manzanas,
se hizo con sustancia sempiterna y no tiene principio.
Nunca acaba.
El amor es la “a” y la “z”; el llanto inconsolable
y la risa breve, el “si” que vivifica
y el “no” que extingue y amortaja.

El amor es el aceite de las vírgenes
y el genio de la rarísima lámpara.
El amor es el ojo del sordo y el tímpano del ciego
(ambos mal hayan lo que desconocen
y dejan de admirar lo hermoso que poseen)

¡Quiero ojos de sordo para no verte!
y tímpano de ciego para no escucharte.
Tú, hembra de labios y manzanas,
eres el amor palpable y perecedero.
Tus ojos me reciben alegres como un sorbo de luz, la pálida rosa
y me aniquilas bajo la sombra de tu cuerpo iluminado de besos.

Mujer, eres la extensión de mi costado
e io un hijo de tu vientre cóncavo, socavado.
Siempre te ocultas bajo mi brazo como
queriendo acoplarte entre mis costillas
y yo exploro tu cuerpo convexo con mis curiosas manos.
Toco, beso, hasta sembrarte un hijo en
el jardín edénico de tu cuerpo.

Ya ves, el amor no se hace
¡que bueno que ya está hecho!
Y no necesito demostrártelo echándote encima
esta sábana de piel y besos;
sólo recuéstate sobre mi pecho,
mientras ensayo un te quiero,
pues apenas –y a penas– he aprendido a quererte
y tú, quieres que te haga el amor.

new poet