sábado, 29 de marzo de 2008

Extraido del réquiem a don Erasmo Espur i Sontecoman


, “Había aprendido a dormir con los ojos abiertos, le traía muchos beneficios, como por ejemplo los zancudos y mosquitos y chaquistes pensarían que estaba despierto y no lo picarían, podía buscar trabajo como velador y dormirse o echarse su coyote y las cámaras de vigilancia lo tomarían si bien no en su rondín si despierto, sus ojos tomaban más fuerza y podía ver los eclipses y demás fenómenos astronómicos sin necesidad de protección, aunque una cuestión en contra era que se deshidrataban sus pupilas, tenía que estarse poniendo constantemente gotitas de manzanilla en los ojos y practicarse lavados de ojos constantemente, y comer mucha zanahoria por lo de la vitamina C, como dicen que hay oído de tísico, el tenía lo equiparable a la vista con el oído de tísico, podía ver de noche y ver a distancias mayores, como lo hacen los jaguares o yagüaretes, al principio no podía, le ardían mucho los ojos, se le trababan al principio pero después aprendió a destrabarlos tal cual Haudini podía destrabar sus muñecas hombros y demás articulaciones, tal cual Niccolò Paganini destrababa las muñecas para ejecutar esas notas de sus caprichos que solo él podía ejecutar con sus stradivarius, los párpados los volteaba y sacaba lo de adentro hacia fuera, y espantaba a los niños más pequeños, con los ojos había aprendido a probar el sabor de las comidas sin necesidad de probarlas con el paladar, podía calcular las distancias exactas con tan solo posar la mirada desde el punto de origen hasta el punto destino, esto es, lo encantaba subirse a las casas más grandes, a los edificios más grandes, a las lomas, montes, a los campanarios de esas viejas iglesias, a los palomares, y ver y calcular las distancias, lo gustaba apostar y ganar un poco de dinero con esta propiedad que solo él había podido desarrollar, tenía muy desarrollado el sentido de la perspectiva, al contrario del arquitecto Antonio Gaudí que padecía una misteriosa enfermedad que no le permitía percibir los espacios y la forma y las distancias de los objetos que veía y por eso la magnificencia de sus obras, era su vista todo lo inverso de Gaudí, prescindía del uso de microscopio y de telescopios, llego al extremo de prescindir de la chele o lagañas de los chuchos para poder ver las almas de los difuntos, su vista era todo para él, pero a raíz de ello sus otros sentidos se fueron debilitando y se fueron algo así como desviándose hacia los ojos, el tacto, podía ver las texturas sentirlas sin necesidad de tocarlas tal como si las hubiese tocado, parecía como si todos los sentidos se le hubiesen volcado en la vista, en los ojos, podía ver toda la gama de colores, lo que las demás personas estaba vedada, las frutas que dan los palos de amate que solo las iguanas garrobos y los muditos pueden ver, las patitas de las culebras que solo los muditos pueden ver, los espectros de luces, los fenómenos de refracción reflexión de la luz, eran para él cuestión de posar la vista nada más, no se lavaba los ojos a no ser que fuese solo con manzanilla, solamente con eso, tenía una crianza de gallinas con la única finalidad de recoger los huevos recién puestos y frotárselos en los ojos sobre los párpados, por que sabía que esto era vitamina para la vista, él prescindía del uso del caleidoscopio para ver el festival de luces que este ofrece, su vista hasta había logrado desarrollar velocidades de visión, como si se tratáse de una cámara reflex, como si de un obturador se tratase, desde la velocidad 0 hasta las 1000 1500 y más grandes, él siempre procuraba no desvelarse, así como tampoco visitar al oculista, tenía miedo de que los hombres de ciencia se diesen cuenta de su prodigiosa vista y temía ser objeto de los más sofisticados y dirigidos estudios (en sí, él tenía miedo de que le fuesen extirpados los ojos para poder ser estudiados, tal como el cerebro del Mítico Pancho Villa), a veces tenía que hacerse pasar por ciego para disimular la tan prodigiosa vista, su vista era su única propiedad sobre la tierra, había alcanzado a calcular el punto de marchitez de las plantas con solo verlas, podía ver las personas que estaban enfermas, había desarrollado a la par de la visión un estilo único de estilo psicología, por que los colores tienen un lenguaje y él era el único traductor, por lo menos así se sentía él, así lo vivía él, la naturaleza le hablaba a través de los colores y las imágenes que él veía, lo que los demás miraban transparente él podía ver lo que había realmente, eso le traía muchos sobresaltos cuando dormía, por eso procuraba dormir solo, podía sentir el olor con solo mirar la cosa que emanaba el olor, llego un momento que se harto de su vista prodigiosa, que empezó a idear la manera de deshacerse de su vista, se procuro empezar a abrir el congelador y encender una especie de fogata y poner los ojos a cambios bruscos de temperatura para dañarse la vista, pero miraba que sus ojos tenían como una especie de caparazón o coraza o quiste como las amebas, una vez intento lavarse con ácido muriático, se quemo los párpados pero nada le ocurrió a sus ojos, tuvo que estar con los párpados vendados por varias semanas hasta recuperarse, aunque el doctor se intrigo demasiado por el tipo de daño que sufrió y su vista nada lo ocurría, como la niña que lloraba palitos de mate en la provincia de corrientes en la Argentina, como tantos otros que lloraban vidrio en esa especie de estigma popular, así lo concebía el doctor o así se lo hacía creer él al doctor, él ya no quería más esa vista, estaba aburrido de ver todo lo que miraba, quería ser normal, volver a mirar como antes, cuando ya pudo estar bien de sus párpados, se ideo una última esperanza, hacer que una lechuza le arrebatase los ojos, tal como él sabía que ellas lo hacían con los gatos, a las lechuzas les encanta comer ojos de gato, y eso él lo resabía, lo había escuchado desde niño, por que él se había criado en el campo, lleno de supersticiones, sus ojos no eran claros, eran marrones, y las lechuzas buscaban los ojos que brillaban en la obscuridad, esto es, los ojos claros, por eso tuvo que conseguir unos lentes de contacto o pupilentes, para que sus ojos pudiesen brillar en la obscuridad, se busco unos verdes esmeraldas, de los más intensos y claros, la lechuza no podría desperdiciar tan suculento platillo, un hermoso par de ojos listos para devorar en plena noche ausente de luna, se fue al monte con la esperanza de encontrar la lechuza, la lechuza solo silbaba, pasaba volando pero no en forma de cruz, la lechuza estaba ocupada anunciando la muerte de los que se marcharían esa noche y las noches siguientes, por que las lechuzas saben bien todo eso, y no son agüizotas, él quería sacarse los ojos, alimentar cuervos para que le sacasen los ojos pero eso era posible solo en los dichos populares y no en la vida real tal como él la vivía, se resignaba a conservar la vista, su esperanza era volverse diabético o heredar una especie de ceguera congénita, pero ni eso siquiera, el suicidio era una cosa que él no tenía contemplada, se le vino una idea fantástica, una especie de suicidio visual, tomo un curso de espeleología, y descendió a una gruta tan profunda que los rayos de sol no podían llegar, descendió sin lámparas ni otra fuente de luz, descendió como en un suicidio visual, estaba tan obscuro que sus ojos finalmente nada pudieron ver, él jamás sintió placer como ese, como una especie de orgasmos múltiples uno detrás de otro, sin poder contenerse, por fin sentía lo no permitido para él, ausencia total de imágenes de visiones de percepciones visuales, por fin el mundo prohibido de las sombras se abría para él, tuvo miedo coraje valor revelaciones visiones como si estuviese en el ritual del peyote, se le revelaba el origen de los colores, el nacimiento de los colores, se le revelaba el origen de las auroras boreales de las tormentas de fuego ocurridas en el sol y demás estrellas, lo que Sir Newton siempre anhelo, todo se le revelaba en ese momento, lo que Niklas Kopernikus Y Galileus Galilei buscaban afanosamente, a él se le revelaba sin instrumento de laboratorio alguno, cuando quedo extasiado en estado de trance, decidió que todo se había visto ya, quiso un espejo para poderse ver a los ojos él mismo, tal cual medusa, y que los ojos lo absorbieran y hundirse en el fondo del espejo y después los que bajaran a buscarlo solo pudieran encontrar los añicos del espejo que se lo había absorbido, como transformado en un reflejo perdido en la obscuridad, como una imagen proyectada a través de un catalejo, lanzada aborrecidamente lo más lejos posible, nada comento él de todo lo que había visto, nada decía él de lo que él veía, nadie sabía de sus capacidades visuales, ni siquiera las leyes de la óptica conocían eso que el sabía, él pudo cambiar las leyes de la óptica pero no quiso, prefirió volverse ciego que revelar el verdadero sentido las verdaderas leyes que solo a él le eran permitidas conocer, siempre conservo la buena vista que lo caracterizo, llego la muerte para él un día en que miraba el fondo de su plato de lentejas vacía, acabando de almorzar, miro de reojo por la ventana, solo miraba un aire que sacudía las ventanas y hojas de los árboles de la calle, quiso ver que pasaba y lo cegó un destello desconocido (secuelas de aquella vez que descendió a lo más hondo de la cueva infinita), destello que le reventó los ojos, los ojos le escurrían por las cuencas, lo encontraron horas después, el líquido miótico de sus ojos yacentes brillaba, en su féretro le cubrieron las cuenca vacías con unas canicas de las llamadas chibolas, de esas que valen cuatro o cinco canicas de las normales cuando uno esta jugando a las canicas, los gusanos no pudieron devorar sus ojos, y nadie supo nada de lo que esos ojos habían visto, la memoria consumió lo que los ojos habían visto y ninguna memoria del mundo podría volver a contar lo que nunca más otros ojos podrían volver a ver”


Por: Salvador Ventura

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